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Uno de los objetivos prioritarios del nuevo Gobierno español parece ser, por las actitudes y declaraciones mostradas hasta ahora, la introducción de las empresas privadas en cada vez más capas de la sociedad española, incluyendo aquellos sectores que han estado tradicionalmente ligados a la empresa pública (como por ejemplo la Sanidad).

Es lógico que un Gobierno de ideología neoliberal apueste por la gestión privada: la consideran más eficiente, amén de que así los beneficios se reparten de manera más directa entre el tejido empresarial en vez de revertir en el Estado… que es que luego lo malgasta todo: así que lo hacen por nuestro bien, no protesten.

La campaña para promocionar la superioridad de la gestión privada ya es, a estas alturas, general e indiscriminada: la empresa privada es siempre mejor, sea cual sea la circunstancia. Es en este contexto en el que se entienden las últimas declaraciones del ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, quien considera “fundamental eliminar empresas públicas” ya que éstas “no están generando servicios”.

Es lógico que la población apoye estas políticas privatizadoras, ya que redundan en amplios y claros beneficios para toda la sociedad. ¿Se acuerdan por ejemplo de cuando Campsa era pública?, qué horror, el Estado dominaba los precios, e imponía subidas de una o dos pesetas por litro antes de que comenzaran las vacaciones, unas dos o tres veces por año. “Esto acabará cuando se liberalice el sector” nos prometían, “gracias al libre mercado las empresas competirán entre si, provocando bajadas de precios generalizadas”. Está claro por lo tanto que ha sido un éxito, y que la privatización del sector ha logrado sus objetivos: los precios del combustible ya no suben dos o tres veces por año.
Los españoles también nos hemos beneficiado de las privatizaciones de las telecomunicaciones: la atención al cliente de dichas empresas ha mejorado mucho, ya no te tienen eternidades esperando al teléfono para no solucionarte nada. Y desde luego ahora sí que reinvierten los beneficios en infraestructuras… ¿cómo dice?, ¿que la red telefónica básica sigue siendo la misma que en la década de los 80, cuando Telefónica estaba en manos estatales?, injurias, calumnias…

Pero no nos quedemos en España: en el Reino Unido experimentaron un gran avance en sus ferrocarriles gracias a la privatización de la empresa estatal; ahora sus ferrocarriles tienen materiales de peor calidad, el sistema se ha fragmentado en múltiples empresas, los accidentes son mucho más frecuentes que antes del paso a manos privadas… La gestión privada no solo no ha mantenido el nivel de las infraestructuras que recibió de manos públicas (por supuesto, de expandirlas ni hablamos), si no que, además, ahora los ferrocarriles le cuestan más dinero al Estado Británico. Otro gran éxito de la gestión privada.

La razón de ser de una empresa privada es el ánimo de lucro. Esto no es malo por si mismo, es legítimo que una empresa intente ganar dinero: lo que es estúpido es que entreguemos determinados servicios a las empresas privadas, porque siempre intentarán maximizar los beneficios, y, sinceramente, yo no quiero estar en el hospital pensando en si habrán comprado el mejor equipo para atenderme o el más barato; o sentado en el tren cavilando sobre si la empresa ha montado los frenos más efectivos o los más asequibles… ¿y ustedes?.

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Raúl Martín Fernández.