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Estos son la Ley y el Orden que quieren los bancos.

Estos son la Ley y el Orden que quieren los bancos.

Los bancos, en su avaricia desmedida, pueden conseguir la resurrección  de un PSOE que parecía destinado a una lenta y agónica desaparición. Suponiendo, claro está, que Rubalcaba y su equipo sean capaces de ver la jugada, y, lo que es más importante, se atrevan a plantar cara a las entidades financieras.

Supongo enterados a mis lectores del decreto del Gobierno andaluz, posibilitando la expropiación de viviendas vacías en manos de los bancos para realojar a víctimas de desahucios. Por supuesto, a raíz del mismo durante toda la semana pasada, los perros mediáticos del gran capital español, realizaron su habitual campaña de intoxicación masiva, según la cual, el sur de España se había convertido poco menos que en la República Socialista Soviética Andaluza.

Pasadas las chorradas folclóricas habituales del tipo que vienen los rojos y demás zarandajas, esta semana viene lo importante de verdad: el intento directo y descarnado de imponer su voluntad (la de los bancos) por la fuerza.
Para conseguirlo han iniciado una ofensiva en tres frentes: presiones al Gobierno Central para que se oponga al decreto, presiones al Gobierno andaluz amenazándolo con la asfixia económica, y también presiones al PSOE a nivel federal para que no se atreva a extender el modelo al resto de España.

Primera derivada
La primera consecuencia es la que afecta directamente al PSOE, al que en realidad la situación puede beneficiar, si, como decía al principio, se juegan bien las cartas; ¿cómo conseguir que esto se torne a su favor?, veamos:
En primer lugar, difundir las amenazas y presiones al máximo, en vez de que nos tengamos que enterar de rebote.
En segundo lugar, firmeza, no retroceder ni un paso en el decreto andaluz, y además extenderlo al resto de España.
En tercer lugar, comenzar de forma inmediata las expropiaciones en Andalucía, y que sean publicitadas a bombo y platillo, para que quede bien claro que no se trata solo de una pose de cara a la galería.

Llegados a este punto el PSOE habría acumulado un enorme respaldo ciudadano, con lo que dudo mucho que los bancos se atreviesen a ejecutar su amenaza, es evidente el enorme capital político que acumularían los socialistas, como aquellos que se atrevieron a enfrentarse a la banca y doblegaron su voluntad.

Claro que también cabe la otra alternativa, esa en la que los bancos sí se atreven a ejecutar la amenaza y hunden al PSOE. En esta tesitura los socialistas perderían sus siglas históricas, pero a cambio, la nueva fuerza que fundasen bajo otro nombre, tendría tal legitimidad acumulada después de haberse enfrentado abiertamente al poder financiero que arrasaría en las elecciones.
Claro, que para eso hay que anteponer la ideología a las siglas, y estar dispuestos a arriesgar la supervivencia del Partido (y lo pongo en mayúsculas porque para muchos militantes, El Partido está por encima de cualquier cosa, ideología incluida).
¿Será capaz la actual dirección de tomar un camino tan osado?, el tiempo lo dirá, aunque los antecedentes no invitan al optimismo.

Segunda derivada
Pero abramos el foco y veamos el panorama completo; éste no es un asunto que afecte en exclusiva al PSOE y su futuro político, ni un episodio más de lucha ideológica entre distintas formaciones: esto es la más descarada y abierta injerencia del poder financiero en nuestra política que he tenido ocasión de ver.
No podemos consentir como algo normal, que cuando se legisla contra los intereses de la banca, ésta presione (sin ni siquiera hacer amago de esconderse) para que se cambien las leyes a su favor.

Es además muy triste, ver como en los partidos de enfrente, e incluso en voz baja dentro de las propias filas socialistas, muchos sonríen con condescendencia mientras dicen esto es lo que pasa por meterse con los bancos.

Pues esto, ni más ni menos, es lo que se está dilucidando aquí: si de una puñetera vez esta sociedad se va a enfrentar abiertamente al poder financiero, o si una vez más vamos a agachar la cabeza mientras decimos sí bwana.

Raúl Martín Fernández