La Estelada es el símbolo del independentismo catalán
Le ha costado al Gobierno, pero por fin ha encontrado la tontuna perfecta con la que tener entretenido y distraído al personal: la independencia de Cataluña.
No ha sido un asunto fácil, se lo han tenido que currar, pero han puesto en ello todo su empeño desde que llegaron a la Moncloa. El primer paso fue situar a un perfecto incompetente al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, bueno, incompetente en el ámbito que nos ocupa que es el de las relaciones internacionales, esfera en la que el señor García Margallo no tenía ningún tipo de experiencia previa, lo cual indica bien a las claras que no es el buen manejo de las relaciones internacionales lo que se buscaba precisamente con su nombramiento.
Nada más llegar al cargo, Margallo se puso a trabajar con denuedo en el mismo punto que lo cogió el primer ministro de exteriores popular, Abel Matutes, es decir, a mejorar las relaciones con Gibraltar. (Es curioso que Abel Matutes, y sus dos sucesores en el cargo no tienen ninguna formación diplomática, se ve que es un detalle sin importancia para dirigir las relaciones internacionales de España).
Dadas las habilidades innatas de nuestro ministro, pasó lo que tenía que pasar, es decir, que los gibraltareños acabaron rápidamente hasta las narices y dieron un puñetazo sobre la mesa, provocando la primera crisis con el peñón desde… ¿adivinan cuando?, sí, justo, desde el gobierno de Aznar.
En condiciones normales, eso habría bastado para tener entretenida a la prensa y a la opinión pública durante meses. Pero la dramática situación social barrió el asunto de los titulares en pocos días, así que había que buscar algo más gordo.
La siguiente parada en la ruta habitual de obsesiones de la derecha era obvia: Marruecos. Así, en poco tiempo, se consiguió caldear a las autoridades marroquíes lo suficiente como para que organizaran alguna ocupación de esos absurdos islotes que tenemos ante sus costas, pero como lo hicieron con ciudadanos desarmados, hubiera quedado desproporcionado organizar otro Perejil.
Bueno, no del todo, ya que a esos pobres desarrapados los desalojó la Legión, pero como no quedaba nada heroico, pues no se publicitaron fotos ni vídeos.
Segundo fracaso por lo tanto, tampoco este lío había podido captar la atención de los medios de comunicación.
Pero había un recurso, habitual de la derecha española, del que todavía no habían tirado en profundidad: Cataluña.
Desde luego no es que lo hubieran dejado aparcado del todo, es una afición muy arraigada en los conservadores hispanos el zurrar y denigrar a todo lo que huela a catalán, las grescas periódicas siempre le han reportado un buen puñado de votos a los conservadores en las regiones interiores.
Y en esto llegó la Diada
El Gobierno nacionalista catalán está agobiado por graves problemas internos: su brutal agenda de recortes a buen seguro que no le está haciendo muy popular entre el electorado, por lo que necesitaba aliviar presión rápidamente, ¿cómo conseguirlo?, nunca le pregunten eso a un nacionalista, porque la solución será siempre la misma: echando la culpa a los de fuera. Así, la culpa de los recortes es de Madrid, al igual que Rajoy justifica sus propios recortes en que son culpa de Bruselas.
Artur Mas es un político muy hábil, sabía lo que se jugaba, así que planificó cuidadosamente la jugada.
Lo primero, necesitaba una apuesta claramente provocadora, así que se convocó la Diada bajo un lema inequívocamente independentista Cataluña, un nuevo estado en Europa.
Lo segundo, la movilización tenía que ser un éxito, así que se focalizó toda la atención en Barcelona, anunciando previsiones de una impresionante manifestación nunca antes vista en una Diada.
Lo tercero, la puesta en escena: España entera contenía la respiración, todos los periódicos, radios y televisiones esperaban ansiosos el momento de la manifestación, para ver con sus propios ojos el poder de convocatoria del independentismo catalán… y la convocatoria fue un rotundo éxito ¿o no?. Bueno, en lo que respecta a los intereses de Mas, desde luego sí que lo fue, ya que la prensa española destacó la impresionante marea de manifestantes por la independencia la mayor manifestación vista nunca en una Diada.
Claro que a la prensa se le olvidó mencionar un pequeño detalle, sin importancia por supuesto. Por primera vez las manifestaciones de la Diada se habían concentrado en Barcelona, con un impresionante despliegue de medios para facilitar el transporte público, ¿había sido por lo tanto la manifestación de Barcelona más grande que otros años?, sí, pero a costa de las manifestaciones en todas las demás capitales catalanas, que fueron muchísimo menos numerosas… dato cuidadosamente omitido en los medios de comunicación.
Los ciudadanos españoles y catalanes vieron un impresionante número de independentistas, lo que nadie les explicó es que había truco, estaban puestos todos juntos en el mismo lugar. Los medios de comunicación, que en teoría deberían informarles, les ocultaron esta vital información, y transmitieron la falsa imagen de un espectacular aumento del movimiento independentista, creando alarma con el único objetivo de servir a los intereses de los Gobiernos, a quienes también les interesaba que la movilización fuera un éxito.
Es cierto que las políticas nacionalistas de ambos bandos están incrementando las tendencias independentistas, pero no de una forma tan irrefrenable como se ha querido escenificar en esta Diada.
Con este caldo de cultivo, Mas se fue a Madrid a negociar, en una reunión perfectamente caldeada por la derecha mediática, que ya había advertido a Rajoy de que no podía hacer ni una sola cesión al molt honorable president.
Pero como ya he dicho, el señor Artur Mas es muy hábil, desde luego mucho más que Rajoy. Nunca pretendió sacar nada de esa entrevista… bueno sí, pretendía sacar exactamente lo que ha conseguido: una rotunda negativa a negociar nada.
Gracias a eso, Artur Mas podrá decir que su Gobierno está con las manos atadas, y que por lo tanto se ve obligado a adelantar las elecciones. Elecciones que ganará de calle, gracias a la popularidad que se ha ganado enfrentándose al Estado opresor, Rajoy le ha hecho un regalo inestimable, y es que en la campaña no se hablará de los brutales recortes del Govern, sino del derecho a decidir y de la independencia, terrenos mucho más amables para los nacionalistas.
Enfrente está el Gobierno nacionalista de España, que sabiendo que todo esto no es más que una impostura, ha preferido seguir el juego y ahondar en la herida, para a su vez obtener también réditos electorales con la misma estrategia que el Gobierno catalán: unir a la población frente a un enemigo común.
Están enfrentando a los españoles, de forma consciente y deliberada, para distraer a la opinión pública. Este Gobierno, al que tanto se le llena la boca con la palabra España está dispuesto a dejar que se desmembre si eso le vale para consolidarse en el poder.
Disfruten de lo votado
Raúl Martín Fernández